miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Por qué manifestarse? rabia, amor, y movimiento Pro-Vida.






Por Aaron Hostetter en lifeteen.comtraducido y adaptado por @PaterAbraham

Cuando iba a secundaria, me identificaba más como "anti-aborto" que como "pro-vida". Porque sólo veía una larga lista de injusticias, desde la explotación comercial de las mujeres, pasando por una agresiva e intencionada destrucción de la moral sexual (cuantos más adolescentes activos sexualmente haya, más negocio se puede hacer con el aborto), hasta el quitarle la vida a un ser humano indefenso. 
   Estaba muy cabreado. Pasado un tiempo, me vi encerrado en debates y discusiones sobre el tema más que en cualquier otra cosa. Y perdí la noción de lo que es todo esto en realidad. No se trata de ganar una discusión, ni de propagar una ideología. Es mucho más sencillo que todo eso.
AMOR > RABIA
   Ser "pro-vida" significa reconocer la belleza de la vida misma. No es que la Iglesia Católica sea anti-aborto, es que es pro-vida. 
   Esto no va de odiar a tal persona u organización. Esto va de amar. De amar lo que es bueno, verdadero y bello. Esta verdad se hizo mucho más fuerte en mi corazón cuando caí en la cuenta de que, por el mero hecho de ser humanos, tenemos una dignidad y una cercanía única con Jesucristo, porque Él se hizo hombre. "Por su encarnación del Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (San Juan Pablo II, Evangelium Vitae 2).
   Es importante, antes de cualquier cosa, mirar a la humanidad y ver su bondad. Motivados por el amor. 
   En la última Marcha por la Vida, tuve la oportunidad de conocer a mucha gente interesante de todo EE.UU., y me recordaron que "el amor no es pasivo". Si eres un amante apasionado de la vida, entonces es que lo que te mueve es el amor. Es la fuerza que impulsa tus acciones.
   Cuando Jesús dijo aquella famosa frase de "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra", no era porque estuviera enfadado con los fariseos que llevaban piedras en en Juan 8, 3-11. Era por la compasión hacia la mujer que había sido sorprendida en adulterio. Consiguió que nadie la condenara y, sobre todo, consiguió desafiar a los corazones de aquella turba para que cambiaran. Jesús no era un hombre con mala leche (aunque a veces tenía palabras muy duras para los fariseos), Él vino para proclamar la verdad y salvar almas.
ACTUAR COMO CRISTO
   Es a lo que estamos llamados. Debemos buscar las almas y mostrarles el amor. Hay que proclamar la verdad, no por ganar debates, sino por amor a cada irrepetible e insustituible persona.
   Hemos de mirar con compasión a los que están afrontando situaciones muy complicadas con sus embarazos. 
   Y hemos de amar a los que nos responden con odio.
   Pero, sobre todo, hemos de ser testigos de la Vida y del Amor ante una sociedad que ha sido seducida por la cultura de la muerte. Así es como realmente nos convertimos en promotores de la vida.
   Ser pro-vida no consiste sólo en ir un día a una manifestación, o escribir un blog, o participar en un debate. Ser pro-vida es, sobre todo, hacerse pequeño y dejarse fascinar por el milagro de la vida, reconocer la dignidad de todas y cada una de las personas, y vivir dando testimonio del amor de Cristo.
   Tenemos que rezar. Vamos a rezar para que podamos vivir estas convicciones, para que podamos proclamar la verdad y el amor tal y como Cristo nos llama a hacerlo. Él nos llama a la grandeza; a ser audaces, sin miedo y apasionados por cambiar las cosas con la Buena Nueva.
   En esta etapa de la historia, el mensaje liberador del evangelio de la vida ha sido puesto en vuestras manos. Y la misión de proclamarlo hasta los confines de la tierra pasa ahora a vuestra generación. Como el gran apóstol Pablo, también vosotros debéis sentir toda la urgencia de esa tarea: «Ay de mí si no predicara el Evangelio» (1Co 9, 16). ¡Ay de vosotros si no lográis defender la vida! La Iglesia necesita vuestras energías, vuestro entusiasmo y vuestros ideales juveniles para hacer que el evangelio de la vida penetre el entramado de la sociedad, transformando el corazón de la gente y las estructuras de la sociedad, para crear una civilización de justicia y amor verdaderos. Hoy, en un mundo que carece a menudo de la luz y de la valentía de ideales nobles, la gente necesita más que nunca la espiritualidad fresca y vital del Evangelio (Papa Juan Pablo II, en la misa de clausura de la JMJ'93, Denver)

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