Decimos en Credo "niceno" que Dios creó todo, lo "visible y lo invisible." Pero, ¿nunca te has preguntado a que nos referimos al decir que Dios creó "todo lo invisible"?
El mundo no es solo lo que vemos y tocamos, hay también una realidad espiritual, también con sus "cosas buenas y cosas malas". Se trata de una parte invisible de la Creación, y es como un campo de batalla para nuestras almas, donde se enfrentan ángeles y demonios, donde se confrontan santidad y pecado. Como dice san Pablo, nuestra lucha no es física, "de carne y sangre", sino espiritual, por eso hemos de ir armados con las "armas de la luz" y protegidos con la "armadura espiritual" (leer Carta a los Efesios 6).